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Del poncho al chamanto: el estado del arte entre los historiadoresEl chamanto es una evolución del poncho, palabra de origen araucano. El registro más antiguo del concepto poncho data de 1530.En el Cono Sur de América, esta prenda fue detectada muy tempranamente por los cronistas, en el segundo tercio del siglo XVII.Alonso de Ovalle (1646) señaló que los indígenas usaban el macuñ, manta de lana de 1,20 m de largo, con apertura en el medio para pasar la cabeza. El mismo objeto fue reconocido y registrado poco después por Diego de Rosales (1674), el cual comenzó a usar por primera vez la

Los chamantos en Rancagua y Colchagua (1821-1850)Como resultado de la evolución de los textiles durante el período colonial, se produjo el surgimiento del chamanto. Éste se concretó, finalmente, a co-mienzos del siglo XIX, poco después de la independencia. En cierta forma se puede decir que el chamanto chileno “nació con la patria”.El primer registro corresponde a uno de Rancagua (1821), cuando se anotó un chamanto de lana verde. Al año siguiente se registraron otros dos chamantos en Viluco (comuna de Paine), uno valuado en 7 pesos y el otro en 2 pesos.Como se puede advertir de estos precios, los primeros chamantos surgieron

Tiempo de tejer entre Rancagua y ColchaguaEn aquella época los balandranes, ponchos, mantas y chamantos tenían fuerte presencia en Rancagua y Colchagua.Sus habitantes no se limitaban a lucirlos y abrigarse con ellos.Se ocupaban de todo el proceso productivo, incluyendo la cría del ganado ovino, la esquila, el hilado y el tejido. La literatura especializada ya se ha encargado de demostrar la relevancia central que tenía la ganadería en esta región, particularmente el ovino .Los telares fueron parte importante del paisaje cotidiano de las haciendas y casas de campesinos de Rancagua y Colchagua durante los siglos XVIII y XIX. Los inventarios de bienes han

. No había en la región grandes fábricas de tejidos industriales, como en Li-verpool o Manchester. Al contrario, la producción textil estaba en múltiples emprendimientos.Las propiedades mayores podían tener más de un equipo; pero de ninguna manera lograban generar concentraciones significativas. Por ejemplo, la hacienda Bucalemu, la más rica de Chile, tenía siete telares; pero representaba menos del 5% de la capacidad instalada regional.Después de su fallecimiento, se realizaron los procedimientos de forma para dimensionar sus bienes y distribuirlos entre sus herederos legítimos. Y una vez más, en este registro, se dejó constancia del protagonismo de las tejedoras locales.La capacidad de trabajo