Los chamantos en Rancagua y Colchagua (1821-1850)
Los chamantos en Rancagua y Colchagua (1821-1850)
Como resultado de la evolución de los textiles durante el período colonial, se produjo el surgimiento del chamanto. Éste se concretó, finalmente, a co-mienzos del siglo XIX, poco después de la independencia. En cierta forma se puede decir que el chamanto chileno “nació con la patria”.
El primer registro corresponde a uno de Rancagua (1821), cuando se anotó un chamanto de lana verde. Al año siguiente se registraron otros dos chamantos en Viluco (comuna de Paine), uno valuado en 7 pesos y el otro en 2 pesos.
Como se puede advertir de estos precios, los primeros chamantos surgieron como prendas relativamente modestas y populares. No tenían pretensiones señoriales ni se asociaban al prestigio ni el lujo. Tenían una finalidad práctica y utilitaria: abrigar, proteger
del frío. En cierta forma, la sociedad mestiza de Chile daba continuidad a la tradición indígena del pon-cho, el unkun; y el macuñ; a la vez, se recuperaba la tradición del original y modesto balandre español, usado por los campesinos durante el reinado de Alfonso X.
Durante el siglo XIX, el chamanto chileno
conservó este perfil campesino y popular. Y ésa fue, justamente, la identidad que captó Zorobabel Rodríguez en 1875, tal como ya se ha señalado.
La propagación del chamanto por los territorios de Rancagua y Colchagua fue veloz y universal. Dos años más tarde, el chamanto llegó también a San Fernando (1824). Poco después se registró en Coinco (1826), Río Claro (1829), Los Parrones (1831), Peumo y Machalí (1835). Unos años más tarde se
protocolizó el primer registro en el secano, particularmente en La Estrella (1842). En dos décadas, el chamanto había llegado a prácticamente todo el tercio norte del Valle Central. Para completar el cuadro, conviene señalar que el primer registro de Doñihue corresponde a 1863.
El desarrollo de una línea de chamantos de alta calidad, elevado precio y diferenciación social comenzó a mediados de la década de 1850, cuando algunos hacendados comenzaron a impulsar tejidos locales con fibras traídas desde Europa. Al principio, se traían franelas inglesas y francesas a Chile, donde se deshilaban para obtener las hebras que luego se usa-ban para los chamantos.
Marcela Medina Adán
FENARO
Fotos Archivo
Estudio realizado por Pablo Lacoste
y Michelle Malén Lacoste Adunka