Arturo Montori ha sido invitado a escribir columnas relacionadas al rodeo y la crianza
Corridas de vacas.
Por Arturo Montory G.
He sido invitado a escribir columnas relacionadas al rodeo y la crianza, por don Luis Ordoñez, presidente de Fenaro, al cual conozco de hace un montón de años porque fui amigo de su padre, el famoso Damaso Ordoñez, jinete destacado y criador de Quilicura de larga trayectoria.
Es para mi un gran honor y orgullo poder aportar un “grano de arena” de conociemtos a los socios de Fenaro, con los cuales he estado ligado desde la década de 1990 a través de revista Corraleros y Tierra de Caballos.
El rodeo nace como deporte en 1860, pero se le nombraba “Corridas de vacas” porque corresponda al rodeo anual del ganado de los campos de la zona central, la que abarcaba desde la de Calera-Nogales a hasta San Fernando, de cordillera a mar, siendo las haciendas cercanas a Santiago, Melipilla y Quillota las más relevantes.
Se efectuaba en corrales de pirca de piedra, y al lugar donde se atajaba le colocaban ramas para hacerlo más suave, el que estaba indicado por banderas al inicio y al final, se le llamo “atajada” y cancha a la carrera.
El apiñadero era formado por jinetes alrededor que sujetaban al piño de animales que se iba a correr, entre 25 y 30 animales, que cuando quedaban pocos se “cebaba el piño” y se cambiaban.
En sus inicios había un Reglamento muy básico y el ganador generalmente se obtenía por los aplausos del público, muchos años después se empezó a usar los “jurados”.
Al pasar de los años se fue reglamentando la técnica de correr y el mejor trato con los caballos y el ganado, y la disciplina, a principios del 1900 las “corridas de vacas” eran más organizadas y ordenadas.
De 1930 en adelante ya se empezó a usar de manera más habitual también la palabra “rodeo”, los que se efectuaban en beneficio de instituciones en cada pueblo grande o ciudad, se le llamaba Rodeo Oficial y duraba varios días de corridas, se invitaba a las “cantoras” más famosas, colocaban pipas de Chica y de Vino de libre disposición para los invitados que llenaban una “jarra”, era la medida.
Los animales para correr eran facilitados por hacendados de la zona, y la tribuna muchas veces compuesta por carretas y coches colocados al borde de la empalizada, donde la gente se subía a gritar por sus favoritos y gozar plenamente del rodeo, era una fiesta hermosa, colorida y muy huasa.
De muchas cuecas y tonadas.
En 1939 empieza el rodeo de la Quinta Normal organizado por la Sociedad Nacional de Agricultura, ordenado bajo el amparo de un Reglamento muy claro, jurado por personas expertas, y ahí ya pasa a convertirse en un deporte más profesional y con un inmenso público de la capital.
En 1944 en la sección Ganadería de la SNA se forma una directiva llamada de Criadores de Caballares, que en 1946 se transforma en una institución de vida propia, la que en abril de 1949 organiza el primer Campeonato Nacional de Rodeo en la medialuna de Rancagua.
Texto Arturo Montory
Foto Archivos
Marcela Medina Adán
FENARO